Crítica de 'Con C mayúscula' (The big C')
La C es la protagonista de esta serie espectacular de Showtime, porque es la inicial del nombre de la protagonista, Cathy, de una infinidad más de cosas que tienen importancia en la historia, y sobre todo, del cáncer. Es una enfermedad que no es nueva en las ficciones. Hemos podido ver personajes que la padecen en series como 'Lost', 'Ally McBeal', 'Cuéntame', 'Sexo en Nueva York', 'Los Soprano', 'Mujeres desesperadas'... pero junto a 'Breaking Bad' nunca había sido el tema principal de una serie completa. El drama está asegurado, pero nadie le quita el humor negro y ese tono tan especial que caracteriza a la cadena, consiguiendo una fantástica serie llamada 'Con C mayúscula' ('The big C').
Cathy está interpretada por una actriz excepcional: Laura Linney, y es una madre de familia, profesora de instituto de profesión que ha descubierto que tiene cáncer. Tiene un marido con quien ha llegado a un "acuerdo de convivencia", porque el amor se acabó, pero deciden vivir juntos. El marido es un gruñón con pocas ilusiones hasta que en la tercera encontrará la suya, que le cambiará la vida. También está el hermano de ella, Sean, un vagabundo vegetariano anti-todo, por el que Cathy luchará por que entre en razón y consiga una vida mejor. El hijo del matrimonio, Adam, un hijo adolescente y rebelde al que hemos visto madurar viendo cómo asumía la enfermedad de su madre. Y finalmente está Andrea, quien empezó siendo una alumna del instituto donde trabajaba la protagonista, pero acabó siendo una persona muy importante para toda la familia. Esos son los cinco personajes que nos van a enseñar sus cinco vidas, sus cinco universos con algo común: conocer que Cathy está enferma, asumirlo, y aprender a vivir con ello.
Si algo nos ha enseñado 'Con C mayúscula' es que las personas vienen y van. Por mucho aprecio que cojamos a una persona, en cualquier momento puede desaparecer de tu vida. Y aparecer gente nueva maravillosa, claro está. Hay una de cal y otra de arena. Pero es duro asumir que una persona se va, no precisamente porque muera, simplemente porque desaparece de ti. Cathy, durante estos años ha perdido a su médico (y amante) del principio, a su amigo el de las abejas, a su amiga y pareja de Sean que tuvo un aborto, su segundo médico que le trató el cáncer, su amigo gay de la segunda temporada en el que encontró a su alma gemela, a Joy (Susan Sarandon)... y sobre todo, la que más pena nos dio perder a todos: a Mariene, la vecina con un trágico final.
La serie ha tenido unos finales de temporada espléndidos. Si estás viendo la serie o tienes pensado verla, es momento que dejes de leer. La primera temporada acabó de una forma brillante y brutalmente emotiva: Cathy decide someterse al tratamiento y Adam descubre en un garaje que su madre le ha dejado preparados todos los regalos para todos sus cumpleaños. Ahí descubre el hijo que la enfermedad de su madre es grave y que ella misma sabe que la muerte es muy probable. En el final de la segunda nos hacía entender que Paul, el marido, había fallecido, ya que Cathy le veía junto al resto de muertos, ya que ella puede ver a los fallecidos en ocasiones (sin que sea algo en plan 'Entre fantasmas', pero dicen que la gente que está próxima a morir, puede verlos). Al final de la tercera, Cathy decidía abandonar a su familia y empezar de nuevo. Y el final de la cuarta es... la serie acaba como tiene que acabar. Y de no haber acabado así, nos habría decepcionado la serie.
Pero igual con estos finales de temporada encuentro una gran pega en 'Con C mayúscula' y es que son muy potentes dejándote con los ojos como platos, pero luego las siguientes tandas de capítulos casi no tienen nada que ver con lo anterior habiendo siempre unas elipsis que hacían que todo volviese a su lugar. Estas elipsis nos impidieron ver cómo reaccionaba Adam al ver a su madre por primera vez sabiendo que estaba enferma, sino que cuando empezó la segunda temporada, él ya lo había asumido. La "no muerte" del padre no fue más que un gancho, y la huída con Ángel y el abandono a la familia, no duró nada. Eso sí, los finales de cada uno de los capítulos de la 4ª y última temporada han sido sublimes. En el primero, Cathy decidía dejar la quimio, en el segundo dejaba de reconocer a la familia, en el tercero se veía cómo el gato de la muerte se acercaba a ella, y en el cuarto veíamos el final de nuestra amiga.
Series como ésta, o como 'A dos metros bajo tierra' deberían ser mucho más comunes y estar más al orden del día ya que me parecen realmente pedagógicas y que te ayudan a asumir la muerte. Hemos vivido con los personajes, nos hemos encariñado de ellos, les hemos acompañado en sus enfermedades, y finalmente les hemos visto morir. Esto nos hace más fuertes y nos entrena para estar más preparados en la vida real.
Gracias por estos años, Cathy. Buen viaje.
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