Crítica de 'Star Trek: En la oscuridad'
Nueva entrega de la
saga de ciencia-ficción por antonomasia, mucho más grande y espectacular que su
predecesora pero, también, mucho menos innovadora.
J.J. Abrams
(Perdidos, Super 8) nos deleita con imágenes imponentes y escenas de acción que
quitan el aliento así como unos escenarios únicos en la saga (el Londres del
siglo 23 es digno de ver) pero que, sin embargo, adolece de ese aire fresco e
innovador que supuso Star Trek (2009). Y es que aquí el director ha optado por
adaptar, a ese universo Trek particular que abrió con la anterior entrega,
acontecimientos ya acaecidos en la serie original. Aún así, el resultado no es
el típico refrito aburrido a los que nos tienen acostumbrados últimamente,
pongamos como ejemplo Total Recall (2012), sino que nos ofrece un viaje
estimulante y placentero tanto para fans e iniciados.
Chris Pine, Zachary
Quinto, Zoe Saldana y Karl Urban repiten en el papel de la tripulación más
famosa de la televisión y es que, algo que ya se dijo de la anterior entrega,
Kirk, Spock y compañía están muy bien retratados manteniendo su esencia pero,
al mismo tiempo, actualizados a nuestros días. Destaca la relación del
triángulo Kirk-Spock-Bones más desarrollado que en la anterior película (algo
vital en la serie original) cuyas tensiones nos ofrecen los mejores gags. Pero
el punto fuerte es, sin duda alguna, Benedict Cumberbatch (Sherlock, El Topo).
Elección muy acertada para el papel del villano, mucho más carismático y
terrorífico que Nero de Star Trek (2009). Las escenas en las que aparece es de
lo mejor de la película. Es de extrañar que a este actor no se le hayan dado
papeles de este estilo antes pues su porte y, sobre todo, su voz grave e
imponente da mucho juego en pantalla.
Algo que podemos
reprochar a Abrams es llevar la saga Star Trek hacia las pelis de acción típica
más cercanas a otras sagas famosas como Star Wars. Y es que Star Trek siempre
ha sido una serie más “sesuda” donde su grandeza recaía en las historias que
planteaban cuestiones filosóficas o morales acerca del papel del hombre en el
universo (muchos de los guionistas eran novelistas de ciencia-ficción notables)
y donde la acción quedaba relegada a un segundo plano (La Primera Directriz de
no intervención estaba muy presente en todos los episodios algo que se menciona
en esta entrega pero queda en el olvido con facilidad). Esta esencia se ha
perdido en favor de la espectacularidad.
Resumiendo, la
película es buena y endiabladamente entretenida pero le falta ese toque mágico
y reflexivo de las buenas historias de ciencia-ficción que te haga salir de la
sala pensando en algo más que en liarte a tiros con los phasers.
Por Daniel Rodríguez de Sepúveda.
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