"No sabía que en esta secuencia salía un caballo"
Hace un par de veranos tuve la suerte de participar en el primer capítulo de 'Hispania. La leyenda', la entonces nueva serie de Antena 3 que junto con 'Águila Roja' apuntaban renovados horizontes para la ficción española : las series históricas. En esos momentos daba mis primeros pasos en el mundo del teatro musical montando 'Cómplices, el musical', y dejar canciones y coreografías por enfundarme un traje de romano me pareció en aquel momento apasionante.
Mi personaje era un emisario romano (no tenía nombre por guión, yo le llamaba “Alfonsus” para sentirme importante en la trama ), no tenía diálogo, sólo un monólogo. Como buen emisario mi función era la de leer un panfleto ante el atónito pueblo Hispano, donde les decía entre otras lindezas que mucho cuidado con el Servio Plubio Cornelio (o como se llamara…) y que si rompían las normas lo iban a pagar con su vida y la de su familia. Una amenaza en toda regla. Cuando lo ensayaba en mi casa sonaba atronador, mis vecinos me miraron con miedo durante bastante tiempo. Mucho cuidado con mi emisario.
Llegó el momento de ir a rodar. Se grababa en exteriores, concretamente en los parajes naturales de La Vera, en Cáceres, donde el termómetro alcanzaba la máxima temperatura de ese mes de Julio. Un paraje desierto donde sólo destacaban muchas caravanas, un catering haciendo lo imposible por enfriar bebidas y polvo, mucho polvo. Y ahí estaba yo, cambiando bermudas y chanclas por telas y armaduras, donde no había maquillaje ni falta que hacía, de hecho ha sido el único rodaje donde no me preocupaba si sudaba mucho o poco porque allí si sudabas quedaba muy real por cámara y les encantaba. Fueron casi marcianas esas horas de espera… entrando y saliendo de la caravana para evitar morir deshidratado, compartiendo animadas charlas con Juan José Ballesta (al que acababa de conocer) sobre el poder de los planetas y la influencia en cada persona. Charlas intelectualoides vestidos de crogmanon, todo un cuadro.
Pero el momentazo sin duda llegó cuando ya por fin en el set, veo un caballo impresionante que danzaba de un lado para otro para regocijo de muchos y acojone de otros. Voy inocentemente y digo a alguien de producción: “no sabía que en esta secuencia salía un caballo”. La cara de palo que se me quedó cuando me dicen que ese caballo es MI caballo, que suelto todo el monologazo encima de aquel enorme Rocinante. En ese momento es cuando de verdad te toca actuar. Y eso es lo que hice, actué ante todo el mundo: la gente de producción, los de dirección, el criador del caballo, todos los extras que formaban el pueblo…nadie sabía que yo desconocía lo del caballo (os juro que no aparecía en el texto que me mandaron, y mi representante no me habló de ello en ningún momento).
Todavía lo recuerdo ahora y me entra la risa nerviosa. Pero os confieso que por un momento me cagué. Nunca había montado a caballo y aunque siempre decía que algún día aprendería, no podía imaginarme que iba a ocurrir de imprevisto en medio de un rodaje.
Lo que ocurrió rodando ya era de risa: Añadirle al caballo, el momentazo panfleto y “Alfonsus” leyendo la proclama (un texto que en otras condiciones saldría impecable, pero claro, encima de Rocinante todo se complicaba), también que no se me olvidara coger las riendas para controlar al equino (intentar abrir una enrollada proclama con una mano mientras con la otra agarras panfleto y riendas, no es fácil, no lo probéis en casa), y por supuesto el culmen de la escena cuando viene Viriato (Roberto Enríquez, estupendo actor y mejor persona) por detrás y me clavaba una lanza que enmudecía mi espectacular monólogo con el que podría haber conseguido el Goya al mejor actor de reparto.
Os invito a entrar en mi canal de youtube y buscar mi intervención, os partiréis de risa. Sobre todo cuando os cuente esto último y ya acabo: Resulta que la inercia que experimentas cuando te clavan una lanza por la espalda es directamente proporcional al movimiento que haces hacia adelante con el consiguiente aplaste de tus genitales en el lomo de un caballo. Y sin silla de montar. Lo juro. La cara que se ve reflejada en el rostro de “Alfonsus” no es sólo interpretación, es dolor…. mucho dolor.
PD: Si eres actor y haces un episódico, no congregues a toda tu gente ante la televisión cuando no sabes cuánto de tu monólogo oscarizable saldrá en pantalla. Todavía resuena en mi cabeza la frase de mi madre al terminar el capítulo: “David rey mío, ¿sales más?”. Y un servidor, tragando saliva y contestando con honor: “No mami, Alfonsus murió”.
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