¿Por
qué tanta espera para la vuelta de ‘El club de la comedia’?
Yo
creo que ‘El club de la comedia’ funciona tan bien y ala gente le gusta tanto que deberían hacerse
dos temporadas al año. Pero claro, en las cadenas cada vez tienen más cuidado y
van administrando los programas y los estrenos como los camellos la droga: te
van administrando un poco para que te guste y luego se hacen esperar o se van
de vacaciones en verano. Para nosotros es duro, pero es cierto que a lo mejor
para el formato pues está bien.
No
creo que sea un tema de presupuesto porque tampoco es un formato muy caro
comparado con otros.
Bueno,
yo cobro una barbaridad. No, es cierto que comparados con la ficción, los
programas de entretenimiento siempre son mucho más baratos.
Esta
temporada, con la ampliación de secciones, vas a ser tú la protagonista total.
Sí,
voy a ser yo todo el rato. Yo dije: “A ver si la gente se va a cansar”, pero me
dijeron: “No, porque la gente te ama”, y yo me lo creí. Yo soy muy discreta y
les dije que igual sí que era demasiado, pero es verdad que los sketches son
pildoritas del estilo de ‘Splunge’: una frase, una apuntadita que van a al hilo
del monólogo… Va a ser yo, luego yo, y luego… yo.
Entran
famosos como Lomana, Chenoa, Vaquerizo o Chicote, que dices que te han
sorprendido.
Yo
creo que la selección también ha sido la correcta de elegir a gente viva, ¿no?
La gente muerta normalmente no da tanto juego. Están todos muy bien,
lógicamente no voy a decir quién está mejor o quién está peor, pero me han sorprendido
un montón. Funciona muy bien el hecho de que hayan sido ellos mismos los que
han dicho: “A mí lo que me pasa es esto”,
y que hayan contado las anécdotas que a ellos les hace más gracia. Se
han preparado muy bien y todos han llegado muy seguros a la grabación, luego se
han jiñado un poquito, a cada uno les he dado un consejito, y la verdad es que
es sorprendente.
Estos
famosos nuevos van a hacer monólogos sobre ellos mismos. ¿Es más difícil hacer
humor de algo propio o de algo ajeno?
Es
el principio del payaso. Reírse de uno mismo y mostrar las vergüenzas al
público es lo que hace que éste se desbarate de risa. Es un truco antiguo como
el circo. No todo el mundo es capaz, lógicamente, de reírse de sí mismo, de los
prototipos, de lo que se ríe todo el mundo. Estos que han venido son capaces, y
a mí me demuestra que además son valientes. Lo bueno es que como el material lo
han proporcionado ellos, se ven más cómodos y funciona.
Esta
temporada se grabó hace ya más de un año y quería saber qué has estado haciendo
todo este tiempo.
Nada,
rascarme la tripa. Por no decirte el higo. Yo soy muy buena no haciendo nada.
Es lo que realmente mejor se me da. Sé estar sin trabajar, sé estar de
vacaciones, y lo hago muy bien. Estoy empezando a pensar en dar cursillos para
que la gente se relaje; tengo los trucos para vivir con poco dinero, para
ahorrar y pasarlo bien. Es verdad que tengo un poco ahorrado entonces tampoco
sufro.
Con
lo de los supernovatos, ¿hay alguien que no haya ido y que quisieras tener? Haz
un llamamiento a Letizia Ortiz o algo.
Está
Letizia Ortiz como para hacer de cobaya. Bastante tiene la muchacha.
¿Y
algún político?
A
ningún político, sinceramente. Les estoy cogiendo una manía increíble porque me
tocan mucho las narices. Con que hagan bien su trabajo me conformaría, o con
que lo hicieran un poquitito mejor de lo que lo están haciendo. Me irrita
profundamente la caspa política.
También
llega una nueva sección en la que recordáis épocas pasadas de los 15 años que
lleva ‘El club de la comedia’. ¿Cuál sería para ti el mejor momento de las
cuatro temporadas que llevas como presentadora?
Uy,
qué pregunta más difícil. Mis greatest hits. Pues la verdad es que no lo sé,
pero me lo pienso. ¿Sabes qué pasa? Que soy muy poco selectiva. A mí cualquier
cosa me da mucha alegría, mucho bienestar… ‘El club de la comedia’ es para mí
un programa que siempre es muy trepidante y además daos cuenta que yo me
encuentro aparte de con actores que conozco y los que no, para estar con los
monologuistas con los que yo empecé al principio de los tiempos. Es como si
viniese alguien a tu casa a tomar algo. La grabación es tan rápida, porque no
deja de ser un show de teatro, que tampoco tenemos mucho tiempo de trastienda.
Me quedo con la sensación de sentirme muy anfitriona.
Dani
Rovira imagino que es uno de ellos y ha saltado de monologuista a actor, que
parece que se revela a estar encorsetado.
Ser
monologuista todo el rato pues a lo mejor hay gente que se aburre. Bueno, Dani
estudió para ser actor y no es lo mismo que otra gente que empezó por
casualidad con monólogos y acabó haciendo una profesión. A mí por ejemplo donde
más trabajo me han dado siempre es en monologuismo y a veces en presentar.
Respecto
a la sección que hablábamos de la mirada al pasado, ¿no tenéis miedo de que la
gente no lo vea como una novedad a causa de la saturación de repeticiones?
Pues
sí, ese riesgo existe pero por otro lado es que a la gente le encanta. Yo,
personalmente como espectadora que he visto muchos, lo veo un poco aburrido,
pero a la gente le gusta y la selección de videos de estos 15 años es muy buena
y entrañable.
¿Cuál
es el estado de salud de los monólogos?
Yo
creo que el monólogo desde que nació hace 15 años en España con ‘El club de la
comedia’ y Paramount Comedy creo que ha vivido un momento de saturación porque
hacía monólogos todo perro pichichi y la gente ya estaba un poco cansada. Yo
creo que ahora hay una selección natural, sigue habiendo muchas rutas por
España y teatros pero ya está todo un poco más instaurado.
Tampoco
se ven en España muchas referencias a la escuela americana.
Yo
creo que el humor es distinto. Cuando por ejemplo hacíamos el ‘Saturday Night
Live’ y veíamos los sketches originales, hacíamos la traducción y grabábamos el
nuestro, nos dábamos cuenta de que los tempos y los finales son muy distintos.
De hecho hay monologuistas en España que son muy empollones del género y del
formato americano y no terminan de cuajar aquí, porque es muy diferente.
Nosotros tenemos el concepto de chiste mucho más empapado, de que la cosa
empieza y acaba.
¿A
qué recurres cuando la gente no se ríe de algún gag o algún chiste tuyo?
Yo
creo, y esto lo hablo mucho con los guionistas y Carlos Herrero el director,
que ‘El club de la comedia’ está tan lleno de chistes que no me siento mal
cuando uno de mis chistes no funciona. Hay monologuistas y cómicos que tienden
a buscar carcajadas y aplausos en cada subidita de tono del monólogo. A mí
siempre me ha gustado mucho que el público sonría nada más; que no hace falta
carcajada para notar que la cosa está funcionando. Luego también considero que
explicar demasiado el chiste, forzarlo, es tratar al espectador como si no
fuera inteligente. Yo estoy convencida de que la gente es inteligente de verdad
y a lo mejor hay chistes que algunos no pillan, pero los que son más avispados
agradecerán que el que está al lado no lo haya pillado. Y él sí. Siempre tengo
la lucha cuando hacemos el primer ensayo con el equipo de cuando hay alguna
cosa que me parece que es redundar o que es hacer demasiado fácil el chiste, yo
tiendo a eliminarlo. Ellos siempre me intentan justificar que esas dos líneas
que han escrito con tanto esfuerzo hay que decirlas, pero yo no les hago ningún
caso y me las salto a la torera.
¿Eres
de que también cuenta chistes malos?
Yo
defiendo mucho el chiste malo. A mí me da un placer indescriptible cuando
suelto un chiste malísimo y la gente me mira con cara de póquer. Caer en el
vacío de un chiste malo, a mí me da gusto.
Fuiste
durante dos años (en 2012 y 2013) la presentadora de los Premios Goya. ¿Cuál
fue el motivo de que en 2014 no fueses tú la maestra de ceremonias?
A mí
González Macho (el Presidente de la Academia de Cine) me llamó para
presentarla, pero yo estaba segurísima de que no podía hacerlo. Cuando acabé mi
segunda gala de los Goya dije: “Uy, esto ha quedado tan bien que me planto”. Me
parecía un trabajo dificilísimo presentar la gala este año, porque si el año
pasado el momento era muy bueno y había mucha expectación, ganas de lucha y los
actores estaban enardecidos, este año había muchísima tristeza y era todo más
dramático que cómico. Fue una decisión completamente personal. Le dejé el
marrón a Manel directamente.